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Octubre de 2016, Beckenham, periferia de Londres

—Este texto está redactado de manera bastante astuta —dije—. Es imposible saber si quien lo ha escrito es un hombre o una mujer.

—Hombre o mujer, está mal de la cabeza. Lo único sensato de esta carta es el consejo de destruirla…

—Y el de no hablar de ella con nadie, sobre todo contigo…

—Ese has hecho bien en no seguirlo.

—Ni con papá.

—Pues ese más vale que lo sigas, porque paso de preocuparlo con estas tonterías.

—¡Deja de decirme siempre lo que tengo o no tengo que hacer, la hermana mayor soy yo!

—¿Qué pasa, que tener un año más te confiere una inteligencia superior? Si así fuera, no habrías corrido a mi casa a enseñarme esta carta.

—No he corrido, la recibí anteayer —precisé.

Maggie acercó una silla y se sentó frente a mí. Había dejado la carta sobre

la mesa. La acarició, apreciando la calidad del papel.

—No me digas que te crees una palabra de todo esto —me soltó.

—No lo sé… Pero ¿por qué perdería alguien el tiempo en escribir esta clase de cosas si no son más que mentiras? —le contesté.

—Porque en todas partes hay locos dispuestos a lo que sea por hacer daño a la gente.

—A mí no, Maggie. Dirás que mi vida es aburrida, pero que yo sepa no tengo enemigos.

—¿Ningún hombre al que hayas hecho daño?

—Ya me gustaría, pero por ese lado no hay nada hasta donde alcanza la vista

—¿Y el periodista aquel?

—Jamás sería capaz de tamaña ignominia. Además, quedamos como amigos.

—Entonces ¿cómo es que el autor de esta porquería sabe mi nombre?

—Sabe eso y mucho más sobre nosotros. Si no ha mencionado a Michel es porque…

Maggie hizo girar su mechero sobre la mesa.

—… estaba seguro de que no irías a molestar con esto a nuestro hermano.

De lo que se deduce que sabe cómo es Michel. Reconozco que da un poco de miedo —dijo de pronto.

—¿Qué hacemos? —le pregunté.

—Nada, no hacemos nada, es la mejor manera de no entrar en su juego.

Tiramos esta patraña a la basura y seguimos con nuestra vida.

—¿Tú ves a mamá dueña de una fortuna cuando era joven? No tiene ningún sentido, siempre nos ha costado llegar a fin de mes. De ser verdad que era rica, ¿por qué habríamos vivido con estrecheces?

—No exageres, tampoco éramos tan pobres, nunca nos faltó de nada — replicó Maggie, enfadada.

—A ti no te ha faltado nunca de nada, no te has enterado de un montón de cosas.

—¿Ah, sí, cuáles?

—Pues lo que nos costaba llegar a fin de mes, precisamente. ¿Crees que mamá daba clases particulares por gusto, o que papá se pasaba los fines de semana corrigiendo manuscritos porque sí?

—Era editor, y mamá, profesora; pensaba que eso formaba parte de su trabajo.

—Pues no, pasadas las seis de la tarde ya no tenía nada que ver con su trabajo. Y en vacaciones, cuando nos mandaban de campamento, ¿te crees que ellos mientras se iban al Caribe? Pues no, se quedaban trabajando. Mamá hasta hizo sustituciones de recepcionista en un hospital.

—¿Mamá? —repitió Maggie, estupefacta.

—Tres años seguidos, cuando tú tenías trece, catorce y quince años.

—¿Y por qué tú estabas al tanto y yo no?

—Porque yo les preguntaba las cosas. Ya ves como sí cuenta tener un año

—Entonces no —prosiguió—, la idea de que nuestra madre ocultara un fortunón no tiene ningún sentido.

—Aunque fortuna no quiera decir dinero necesariamente.

—Si no se trata de una verdadera fortuna, ¿por qué habría insinuado el autor de la carta que no era fruto de una herencia?

—También nos recomienda que seamos hábiles investigando, quizá sea una manera de indicarnos que su prosa es más sutil de lo que parece.

—Eso son muchos «quizá». Deshazte de esta carta, olvida incluso que la has recibido.

—¡Sí, seguro! Conociéndote, no vas a tardar ni dos días en poner patas arriba la casa de papá.

Maggie cogió el mechero y se encendió el cigarrillo. Le dio una profunda calada y exhaló el humo en vertical.

—De acuerdo —dijo por fin—. Mañana, cena familiar aquí en mi casa. Tú te ocupas de cocinar y yo, de sonsacar a papá. Solo para quedarnos tranquilas, pero estoy convencida de que será una pérdida de tiempo.

—Mañana pedirás unas pizzas e interrogaremos juntas a papá. Pero lo haremos discretamente, porque estará también Michel.

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